jueves, 20 de marzo de 2014
Érase una vez un niño llamado Roberto, que tras un accidente de trafico había perdido las dos piernas. De repente, un día dijo que quería esquiar y todos pensaron que estaba loco. Desde aquel momento se empeñó en fabricarse unos esquís adecuados para el. Cuando consiguió su propósito, empezó a entrenar mucho y no le importaba el tiempo que hiciese ni las veces que se callese porque estaba muy ilusionado. Un día le dijo a sus padres que lo acompañaran a su entrenamiento para que pudieran ver lo que había conseguido y cuando vieron los logros obtenidos por su hijo se quedaron de piedra. Entonces, decidieron apuntarlo a una competición y desde ese día nuestro pequeño pero gran héroe fue mejorando y en poco tiempo era el mejor de su categoría. Con el tiempo le dieron un premio no solo por lo bien que esquiaba sino por el trabajo y el esfuerzo que había hecho y a partir de ese momento las barreras dejaron de existir para Roberto y consiguió todo cuanto se propuso.
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